9.- San Dalio, la Parroquia Excomulgada.

Según nos cuenta Benito en su libro, no se conoce ningún otro caso (a parte del que nos ocupa) de una parroquia que haya sido excomulgada por orden de la Santa Iglesia Católica.
En esta ocasión lo excepcional no es que el papa Inocencio XI decidiera excomulgar al rebelde párroco de Villairreal, y posteriormente al pueblo entero por defenderle con uñas y guadañas, es que además, viendo dicho papa hasta qué punto el templo sagrado había sido ultrajado, impurificado y profanado, decidió suprimirlo como tal en el censo de parroquias del país redactando una encíclica en la que declaraba a la parroquia de Villairreal la Grande "impropia de los honores y virtudes que en un principio se le otorgaron por medio de la bendición papal, y por tanto excomulgada Per seculo seculorum. Amén".
Pero empecemos más o menos por el principio: El primer encontronazo entre la Santa iglesia y la parroquia de Villairreal fue allá en el siglo VI, cuando el Papa Gregorio Magno inicia la tarea de unificación de la liturgia (de la cual surgiría, entre otras cosas, el canto gregoriano) que poco a poco fue acabando con el resto de liturgias excepto... ¡la de la parroquia de San Dalio!, que se negó en redondo a adoptar los nuevos ritos. Esto originó una serie de disputas y desencuentros con las autoridades eclesiásticas, que fueron prolongándose en los sucesivos siglos, siempre, eso sí, sin que llegara la sangre al río.
Pero el enfrentamiento más importante fue a partir del Concilio de Trento y el inicio de la Contrarreforma: un arduo proceso de unificación de la liturgia católica y de la reglamentación de la vida eclesiástica. Esto afecto a la morfología musical, prohibiéndose interpretar cualquier canto profano dentro del templo. La Iglesia chocó de lleno, nuevamente, con la parroquia villairrealina, la cual tenía ya un extenso repertorio de salmos, aleluyas y motetes y sentía un cariño enorme por dichos cánticos, en su mayoría compuestos por Maese Carlines, un fraile muy estimado que vivió en el pueblo entre los años 1236 y 1250 y tuvo a bien donar a la parroquia todas sus magníficas composiciones. Así pues, el pueblo en masa se negó rotundamente a renunciar a ellas y siguió incluyéndolas en su particular manera de realizar los ritos eclesiásticos. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir, que Inocencio XI cogió el toro por los cuernos. En 1678, una caravana con emisarios del vaticano se detenía en la plaza Mayor de Villairreal, justo frente a la puerta de la parroquia. Misión: registrar dicha parroquia e imponer allí el orden, sacar todos los textos y partituras prohibidas para quemarlos e imponer el criterio establecido de que todos los párrocos se preocuparan porque sus templos estuvieran cuidados, acicalados y porque el dinero de los óbolos fuera empleando en adornarlos con obras de arte y joyas que dignificaran la casa de Dios.
Pero vaya, en aquel tiempo nuestro párroco era ni más ni menos que Don Escueto. Una persona sencilla, sobria, íntegra y... un poquito revolucionaria. La iglesia de Villairreal jamás había tenido objetos verdaderamente valiosos, pero desde que era regentada por este párroco, aún menos, pues era de la opinión de que el dinero debía emplearse en ayudar al necesitado y no en acumular objetos de adorno. El caso es que este curilla agreste e indómito se puso en la puerta de su parroquia con los brazos en cruz y no permitió que ni un sólo nuncio papal entrara en ella. La procesión tuvo que volverse a Roma por donde había venido.
Inocencio XI. No podía permitir una desobediencia tal. Así que decidió mandar otra expedición, pero esta vez no sólo con emisarios y religiosos, sino también con soldados. La orden era entrar en la parroquia y poner orden fuese como fuese, aunque se interpusieran "cien curillas en cruz". Y voto a bríos que así fue:
La comanda entró a saco en la parroquia sin que nadie pudiera, o se atreviera a impedirlo. Revolviéronla de cabo a rabo.
Descubrieron todas las partituras y textos antaño compuestos por Maese Carlines.
Pero el colmo fue encontrar escondido en la biblioteca, unos evangelios apócrifos cantados (y encima polifónicos) que daban claramente a entender que Jesucristo había vuelto a bajar a la tierra y se había refugiado en Villairreal.
La santa compañía volvió absolutamente escandalizada a Roma con las pruebas necesarias para demostrar que todo el pueblo de Villairreal debía ser condenado por tan grandes herejías.
La suerte hizo que el pueblo de Villairreal gozara de la amistad del brujo Acónito Áureo. Personaje oscuro que recorría los pueblos de la comarca pregonando sus bebedizos y filtros de amor. Acónito sufrió una visión premonitoria. Vio una terrorífica expedición de soldados y clérigos acercándose enfurecidos hacia el pueblo con intención de exterminarlo en la hoguera.
¿Qué hacer? ¿Retractarse? ¡Jamás! ¿Hacerles frente? ¿Para qué? Villairreal era un pueblo pacífico, y aunque consiguieran echarles de allí ¿Qué conseguirían, que volvieran con más soldados? La única solución que quedaba era el éxodo, pero ¿a dónde?
Aquí fue donde todo el magnífico poder de Acónito Áureo se puso de manifiesto. Dos días le llevó reunir todos los ingredientes necesarios para realizar el que sería quizás el más poderoso conjuro de su carrera. Con una serie de rituales y melodías mágicas que realizó frente a la entrada de una cueva cercana, consiguió abrir una puerta astrotelúrica que llevaba a otra dimensión de la realidad. Una vía de escape por la que nadie podría entrar sin conocer antes la melodía mágica.
Imagínense el acontecimiento: todo un pueblo empaquetando sus bienes más queridos, llenando carromatos y jumentos de enseres. Atravesando los campos en una enorme procesión de mujeres, hombres, niños, gallinas, cerdos, caballos y mulas, vacas y terneros... Y los chirriantes carros repletos hasta el cielo de sacos, arcones, muebles, libros históricos y del colegio, los pocos bienes de la parroquia de San Dalio, instrumentos musicales y de labranza, etc., etc., etc... Al ritmo de la melodía mágica, que todos iban canturreando y tocando para poder pasar a la nueva dimensión, la triste procesión va desapareciendo por la entrada de la cueva. Nadie mira hacia atrás. Saben que el pasado ya no existe. Todos piensan en lo que encontrarán al final de su viaje. Acónito deja de tocar su flauta mágica cuando entra el último pastor con su último cordero a hombros. Echa tierra a la hoguera y la extingue. La puerta mítica se cierra. La Inquisición tan sólo encuentra un pueblo fantasma.
No se sabe la fecha exacta de este éxodo. Se diría que todos los habitantes decidieron borrar ese día de sus mentes, pero según Benito, no cabe duda de que tuvo que ser entre 1670 y 1690. Los habitantes de Villairreal llegaron a un lugar maravilloso de tierras fértiles y bellos paisajes. Allí iniciaron la laboriosa reconstrucción de la que ahora sería Villairreal la Chica, y allí siguieron con su magnífica vida, recibiendo hospitalariamente a los pocos viajeros que han descubierto la melodía mágica y han encontrado la Puerta Mítica.

8.- Pedro "Porrón Calavera".

Pedro “Porrón” Calavera es uno de los personajes más conocidos de Villairreal.
Era un bebedor empedernido, siempre de fiesta por el pueblo y llegando a convertirse en la pesadilla de las mozas y mujeres del pueblo, ya que si en alguna de sus correrías se fijaba en alguna de ellas, la perseguía hasta la desesperación recitándoles poemas y llegando a componer romances para conseguir seducirlas. De este tema se habla en el Romance de amor alcohólico, el cual fue compuesto por él, al enamorarse de una tal Teresa. En cuanto a su oficio, a consecuencia de sus correrías y juergas, no se sabe a ciencia cierta cuál era su trabajo de verdad, aunque sí se conoce que en ocasiones se dedicaba al pastoreo, aunque no con demasiada suerte, por lo que no le duraba mucho tiempo el trabajo. De este oficio existe una jota hablando del tema, compuesta no se sabe si por el propio Pedro o por un amigo suyo de correrías, que le hizo la letra.
Al personaje de Pedro “Porrón”, se le conoce por el tema que se presenta a continuación. Se trata de un cantar de ciego que era llevado de pueblo en pueblo, para recitarlo y así ganarse la vida, por el ciego Macabeo. La presentación que realizaba Macabeo era todo un atrayente para los del pueblo e iba acompañado de un porrón para hacer honor al apodo llevado por nuestro personaje. La presentación entonaba de esta guisa:

Buenas tardes a la audiencia.

Soy el ciego Macabeo,

que recorre el mundo entero con infinita paciencia,

regalando su sapiencia

y buscándose el papeo.

Y aunque no os puedo ver,

sin embargo si que os siento;

que os oigo a todos beber...

y no invitáis a un sediento.

Y el ciego si no está contento

se vuelve mudo también.

Voy a contaros la historia de Pedro “Porrón” Calavera.

Hombre necio y algo enreda, que si no falla mi memoria,

fue amante de la botella, del porrón y de una tal Antonia.

Y para mojar el evento y dar cabida a la juerga

Este porrón que es de “Huelva”,

mojará con su sustento la garganta del que beba

Pasadlo de mesa en mesa y bebedlo, catadlo con esmero

Porque lleva vino del pueblo de Pedro “porrón” Calavera –

7.- Mily Ivanovich Glinkovsky.

Ivanovich nació en 1804 en Tiksi, ciudad costera y fría de la Rusia más oriental. Allí, con un profesor particular, recibió sus primeras clases de solfeo y violín. A los 10 años su familia tuvo que emigrar a San Petersburgo y más tarde a Moscú, lugares en los que siguió con sus estudios de conservatorio y contactó con muchos de los grandes compositores de la época.
Pronto se hizo famoso como compositor por su peculiar estilo en el que mezclaba con toda naturalidad la música folklórica rusa con la ópera italiana, de la que estaba profundamente enamorado.
Pasó una temporada en Berlín y gustó mucho de viajar a Italia e incluso a España en busca de fuentes de inspiración.
Lo curioso de este personaje es que justo 2 días antes del estreno en Moscú de la que sería su más inspirada obra: Las 2 vidas del zar, Mily desapareció para siempre sin dejar ni rastro. Es por ello que los libros de historia le dan por muerto en 1857.
¿Qué pasó con Mily Ivanovich?
Gracias a las exhaustivas investigaciones de Cantalapiedra, hoy sabemos que no murió. Lo que ocurrió es que sufría de la enfermedad llamada porfiria, la cual le llevó a una locura tan profunda que no era capaz de saber ni el día en que vivía.
Mily estaba trabajando en una partitura nueva cuyos apuntes se conservan en la biblioteca nacional de Moscú y a los que el profesor Cantalapiedra tuvo acceso y con gran sorpresa por su parte, descubrió que en ella hay numerosos bocetos que, repetidos obsesivamente, van poco a poco evolucionando hasta llevarle hasta la melodía de La puerta mítica.
El profesor Benito, que pronto supo de la existencia de un compositor ruso en Villairreal, investigó hasta llegar a las siguientes conclusiones:
"...El pobre Mily alcanzó un grado de demencia extremo por culpa de la porfiria, y obsesionado como parecía estar con aquella frase musical que copiaba constantemente en cualquier papel que caía en sus manos (en el archivo de la biblioteca se conservan incluso servilletas de un famoso café de Milán), iba a todas horas canturreándola. La casualidad hizo que cuando la melodía había alcanzado su perfección, Mily paseara por algún lugar en el que la "puerta mítica" estaba abierta. El resultado, pues, era que Mily Ivanovich entró en Villairreal".
Otra teoría habla de que tal vez este compositor hubiera conocido a alguien del pueblo, porque...¿Era una casualidad que descubriera la melodía de la puerta mítica o se la escuchó a alguien?¿Por qué si no esa obsesión con ella?
El caso es que Mily llegó a Villairreal un día de Enero de 1857, y ya se quedó a vivir allí para el resto de sus días.
La llegada fué un tanto especial y Benito Cantalapiedra nos la describe así en su "Historia revisada de Villairreal la chica":
"...Los vecinos vieron llegar cojeando a un extraño sujeto. Vestía curiosos ropajes y hablaba una lengua desconocida para ellos. Aparentemente se encontraba hambriento y en estado de embriaguez y quizá este último detalle fue el que hiciera que les cayera simpático [...] Atraído por los efluvios que salían de la tahona de Guadalupe la panadera, entró, a lo cual esta, compadeciéndose de su lamentable aspecto, dejó que se hartara cuanto quisiera de su pan y de su agua".

Todavía hoy en Villairreal, se denomina "hacer la mili" al acto de pegarse un atracón de pan y agua hasta caer exhaustos, y es tradición que los mozos lo hagan al cumplir los 17 años, como una especie de rito de madurez.
El caso es que Guadalupe la panadera dió cobijo al pobre Mily y lo alimentó con su delicioso pan y curiosamente, al cabo de 6 meses de someterse a esta dieta, el compositor ruso estaba completamente recuperado y cuerdo. ¿Cómo pudo ser esto?
El profesor Benito se trajo de Villairreal una muestra del pan que se hace allí para poder analizarlo y descubrió con gran sorpresa que la variedad de trigo que siembran allí, unida al agua con la que hacen la masa del pan, provee a éste de una serie de oligoelementos que se han revelado como excelentes para corregir las carencias que provocan la porfiria. ¡Lástima que cuando Benito habló a los doctores de la época de nuestro pueblo escondido y de los efectos milagrosos de su pan, estos sabios señores se rieron a carcajada limpia!
Concluyendo con la fantástica historia de Mily Ivanovich, diremos que una vez restablecido, agradecido y maravillado por el pueblecito al que había llegado, decidió quedarse allí a vivir el resto de sus días. Se construyó una casita de madera y siguió componiendo hermosas canciones que recordaban a su país natal y con las que deleitaba a sus contemporáneos.
Por desgracia en 1892 Mily estaba ya muy "p'allá". Y esta vez no era porfiria sino demencia senil. En lo que se cree que debió de ser un descuido suyo, una noche incendió su cabaña. El compositor pudo salvarse por los pelos, aunque moriría al año siguiente. De su hogar no quedaron más que cenizas. Todas sus partituras desaparecieron con la cabaña. Todas excepto Truska da Kiev.
Durante más de un siglo se ha creído que esta bellísima melodía era instrumental, pero nosotros hemos descubierto, revolviendo en los archivos de la iglesia, una letra que encaja perfectamente y que revela que quizás la canción era el aria de alguna ópera en la que estuviera trabajando Mily poco antes del triste accidente de su cabaña.
La letra: ¿era de Ivanovich o la escribió algún poeta posterior?Es probable que fuera el mismo compositor ruso el que la escribiera, ya que está escrita en una jerga extraña que recuerda al ruso y al avaric (dialecto que se habla en Tiksi).

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CONCIERTOS.

¡EL RETORNO DEL PORRÓN!
Volvemos con temas nuevos, los porrones llenos de ilusión, cariño, muchas ganas y por supuesto de ese licorcito tan rico, rico, como el de Villairreal.
Para más información
20 de julio de 2012, 22:30 horas, Sensorama Jazz Café, Avda de Moscú, nº1, Coslada.
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¡VOLVEMOS A TOCAR!

24 de septiembre de 2010, 22:30 horas, Sensorama Jazz Café, Avda de Moscú, nº1, Coslada.