3.- Huelebares.

Los primeros datos que el ilustre historiador Benito Cantalapiedra ha podido recopilar sobre la familia Olivares datan del siglo XV. En ellos ya se habla de que, la muy digna profesión a la que decidieron dedicarse en cuerpo y alma, era la de buscar agua para los vecinos de Villairreal. Puede decirse que, en su día, no existió ni un sólo hogar que no disfrutara de agua de pozo gracias a las facultades que los Olivares poseían.
Ellos descubrieron que la mejor madera para ejercer de zahorí era la de una variedad endémica de olivo (olea europaea) que sólo se encuentra en Villairreal y en una región remota de Grecia (se le llama popularmente “olivo secorro"). Con constancia y dedicación desarrollaron una sofisticadísima técnica con la que detectaron, con excepcional precisión, las corrientes subterráneas de la zona e incluso determinaron, con menos de 30 centímetros de margen de error como media, la profundidad a la que se hallaban dichas corrientes.
Y la cosa no quedó ahí. No conformes con esta capacidad, investigaron y practicaron hasta conseguir diferenciar, con la sola vibración de sus varitas, tanto el caudal medio de las corrientes de agua como el tipo de agua que discurría por ellas: Si se trataba de agua dulce, salina, ferruginosa, curativa o, como ellos las bautizaron, "aguas ebrias", es decir, un tipo de corrientes subterráneas que hasta el momento sólo se han hallado en esta zona del planeta y que por sus componentes minerales y químicos pueden llegar a embriagar si se beben en la cantidad y temperatura adecuadas (parece ser los efectos van aumentando a medida que se consumen a una temperatura más próxima a la del hervor, es decir, los 100 grados centígrados).
Sin duda este último dato es el que hizo que, ya en el siglo XVIII, Nenúfar Olivares quisiera investigar por su cuenta con otros tipos de maderas para poder descubrir SOBRE TODO los manantiales de "aguas ebrias".
Nenúfar Olivares, hijo del reputadísimo Cálamo Olivares, se convirtió en un vecino bastante popular debido a sus descomunales borracheras (quizás sólo superadas en su día por Don Pedro Porrón Calavera), y pronto fue vox populi que sus varitas no servían en modo alguno para descubrir manantiales de agua potable que pudieran convertirse en pozos para el hogar. Todo lo más que llegaba a descubrir con sus palitos eran estas otras aguas que no traían más que consecuencias nefastas para todo aquel que caía en el vicio de consumirlas ya que a los efectos emborrachadores habrían de unirse las graves lesiones que los viciados se producían en el estómago al forzarse una y otra vez a tomarlas lo más calientes posibles con el fin de conseguir el máximo de sus propiedades.
Hay datos suficientes, recopilados por Benito Cantalapiedra, como para afirmar que en sus últimos años, Nenúfar Olivares usó varitas de zahorí fabricadas con madera de vid, las cuales tan sólo le llevaban a los lugares estratégicos en los que se escondían los lagares de los vecinos, las bodegas subterráneas y por supuesto, todos los bares del pueblo. Este hecho originó que los habitantes de Villairreal, haciéndole constante objeto de chanza, le pusieran el sobrenombre de "Huelebares".
Ni que decir tiene que este pobre hombre acabó en la más absoluta miseria, ya que nadie quiso recurrir nunca más a sus servicios, además de soltero, sin descendencia reconocida, aunque se le atribuye la paternidad de un tal Ranúnculo y de un tal Olmo, pero nunca se pudo demostrar, y afectado de una demencia alcohólica que le llevó a la muerte. Paradójicamente lo que acabó con su vida fue el agua, ya que cayó, en el curso de una descomunal borrachera, a un abrevadero de vacas del que no logró salir nunca jamás por su propio pie.
Con la muerte de don Nenúfar terminó una estirpe de zahoríes que sin duda alguna fue esencial para el asentamiento y posterior progreso de nuestro queridísimo pueblo de Villairreal.
Nenúfar tuvo dos hermanas, Enea y Egeria Olivares, pero ¡qué curioso!, parece que esa extrema sensibilidad para encontrar agua sólo se trasmitía en el cromosoma Y.
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2.- Toribio.

Sé que ustedes lo tomarán a broma, pero les aseguro que lo que les contamos es auténtico y puede comprobarse en los censos de Villairreal: Toribio nació el 1 de Enero de 1800 a las 2:05 y falleció el 31 de Diciembre de 1899 a las 23:50.
Cien años justos de vida. Cien años arrastrando su cuerpo tullido. Cien años sin encontrar con quién hacer el amor ni siquiera una sola vez (ni las profesionales lo aceptaron).
Para colmo, a pesar de que dedicó más de 80 años de su vida a vender lotería por las calles y los bares del pueblo de Villairreal, jamás dio un solo premio. A pesar de lo cual la gente, movida por la compasión, y porque era el único lotero de la región, siguió comprando sus cupones permitiéndole de esta forma malvivir.
A Toribio le compusieron una canción, cruel como ella sola, de la cual no se conoce a su autor, pero qué duda cabe que supo reflejar la triste realidad de este personaje y el tipo de relación que tenía con los demás vecinos.
Hay una segunda tonadilla dedicada a él, mucho más lírica y compasiva, descubierta por nuesro ilustre historiador, Benito, de una manera tan casual que casi parece milagrosa. Fue así:
El día anterior a su marcha definitiva de Villairreal, pues ya no le daría tiempo a volver nunca más, paseaba Don Benito por las calles del pueblo intentando grabar por última vez en su memoria aquellas construcciones y aquellos paisajes que tanto amaba, cuando de pronto oyó a una anciana canturrear a la puerta de su casa una melancólica tonada que mencionaba a este personaje que él conocía tan bien.
Don Benito entabló conversación con la senil anciana, y a duras penas consiguió sacarle la letra y melodía completas de la susodicha canción. Pero lo que más le fascinó fueron las explicaciones que ella le dio de su origen. Parece ser que al poco de morir Toribio, la estanquera del pueblo, una señora gordísima y paralítica de cintura para abajo que jamás salía de su estanco, desveló lo enamorada que había estado del lotero componiéndole esta bella canción que intentaba contrarrestar aquella otra tan despiadada.
Es una pena que tal confesión llegara tan tarde ya que estamos seguros de que Toribio hubiera marchado de este mundo con mejor sabor de boca de haber sabido que al menos una mujer en este mundo no le veía como un ser abominable.
La anciana que por casualidad transmitió a Don Benito esta joya musical era ni más ni menos que la nieta de la estanquera enamorada. Nosotros hemos querido rendir homenaje a estos vecinos uniéndolos musicalmente, ya que no pudieron hacerlo corporalmente. El resultado final parece así cobrar un carácter más compasivo y justo.

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1.- Puerta mítica.

Benito Cantalapiedra (1890-1981)
Técnicamente hablando, sería muy sencillo dar con una de las varias (se cree) entradas mágicas que Villairreal posee y disfrutar por un tiempo de las delicias de este pueblo.
"Tan sólo" habría que ir paseando por toda la superficie del planeta, interpretando, con una flauta o silbando sin parar la tonadilla de acceso, hasta que sintiéramos que por fin hemos entrado en las ricas viñas de Villairreal.

Muchos lo han intentado. Y no pocos lo han logrado.


El propio Benito Cantalapiedra pasó más de 30 años intentando regresar para poner en orden los numerosos datos confusos que le habían quedado de su primera visita y así poder rematar su magna obra histórica. Pero vayamos al principio:
Con tan sólo 18 años (1908), Benito oyó hablar por primera vez de aquel pueblo oculto en la geografía española. Fue un buhonero de aspecto lúgubre, que gracias a los 6 dedos que poseía en cada mano era capaz de tocar una larguísima flauta de boj, el que le narró las maravillas que allí podría encontrar si conseguía llegar, y el que le enseñó la delicada tonadilla que le permitiría acceder a la puerta mítica.
En 1915, cuando nuestro protagonista contaba con 25 añitos, y sus amigos y él estaban ya hasta el colodrillo de ir silbando siempre la misma melodía, ocurrió el milagro del azar. Era el mes de agosto y acababa de terminar por fin la carrera de Historia. Estaba de excursión con sus amigos por la sierra de Gredos. Caminaba junto a la compañera que más tarde sería su esposa, Carolina Calatrava. Ambos iban solos silbando la melodía, pues los demás compañeros se habían adelantado para evitar el dolor de cabeza que les ocasionaban con su monótona insistencia. De pronto sintieron la extraña sensación de encontrarse en otro lugar que no tenía nada que ver con la sierra de Gredos. El terreno era más llano y verde. Un acogedor río flanqueado por sauces y álamos discurría frente a ellos con un murmullo relajante. Al otro lado, extensas y cuidadas viñas, más allá, un modesto campanario flotando en un mar de tejados rojos... De los demás compañeros, ni rastro.
Tardaron poco en darse cuenta de que lo habían conseguido. Con la piel erizada y una sonrisa bobalicona se miraron y dijeron: ¡Albricias, estamos en Villairreal!
Evidentemente fue una experiencia reveladora para nuestro tierno y apasionado historiador, que se pasó 3 meses con su amiga Carolina, recopilando datos y hablando con los lugareños para recabar toda la información que le diera tiempo. Cuando volvió a Madrid (volver es muchísimo más fácil) traían bajo sus brazos montones de folios de tosco papel, en los que habían recogido cientos de leyendas, historias pretéritas y presentes, costumbres, bocetos de vestimentas, utensilios e instrumentos, y por supuesto, ricas y misteriosas coplillas que formaban el legado del saber popular de aquel lugar.
Ambos corrieron raudos y veloces a visitar a sus amigos y narrarles lo acontecido, pero ellos se rieron irónicamente y no creyeron ni una sola palabra. Era mucho más fácil para ellos pensar que, ¡ay pillines!, lo que había ocurrido es que los dos enamorados se habían fugado lejos para vivir su pequeño romance. Es más, les echaron una buena bronca por haberse ido sin decir nada, dejándoles preocupadísimos y buscándoles durante semanas.
A partir de aquella experiencia, la vida de Benito Cantalapiedra sólo tuvo 2 pasiones: Su amada Carolina Calatrava, con la que contrajo matrimonio el 25 de febrero de 1916, y escribir el voluminoso libro Villairreal la chica, historia de un pueblo oculto el cual vio la luz el 25 de Febrero de1920.
Con 30 años Benito había conseguido su objetivo profesional. Pero sólo tenía una obsesión en su cabeza: volver a Villairreal. Primero, porque echaba de menos todo aquello, principalmente a sus gentes, entre las que había hecho algunos valiosos amigos, y segundo porque escribiendo su tratado se había dado cuenta de la inmensa cantidad de datos que le faltaban por recoger. Deseaba poder algún día regresar y así escribir una edición ampliada, revisada y mejorada de su voluminoso libro. Ni que decir tiene que se dedicó durante toda su vida a recorrer los parajes de Gredos con una flauta dulce, esperando encontrar de nuevo la puerta. El pobre parecía un pastorcillo enamorado, cada vez más desesperado al no lograr alcanzar su objeto de deseo. Y es que, por lo que se ha podido averiguar mucho después, parece ser que la susodicha puerta o puertas, si es que existen efectivamente más de una, no son puntos fijos sobre la corteza terrestre, sino que, al estar originadas por alguna suerte de conjunción astral que aún no se ha podido determinar, éstas se mueven lenta pero constantemente, con lo cual, volver a dar con ellas es siempre una verdadera hazaña.En fin, abreviando que es gerundio diremos que hasta el año 1952, Benito no logró regresar al pueblo. Contaba 62 años y ni se acordaba ya del tema, pero por casualidad entró. Y pudo aún con 74 años, el 25 de febrero de 1964, editar su famosísima "Historia revisada de Villairreal la chica".

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Comienza la aventura...

Algunos creen que la magia no existe, pero…
¿y si un día paseando por el campo silbando una melodía, de repente parece que te encuentras en un sitio distinto donde el tiempo, el espacio y la luz es diferente?
Es Villairreal, un pueblo desconocido, el cual, mediante el hechizo de un brujo en el siglo XVII, envió a toda la población a un mundo paralelo.
Embárcate con nosotros en un pequeño viaje para conocer a los singulares personajes que habitaron en este mágico lugar.

¡BIENVENIDOS!
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Quelques personnes pensent que la magie n'existe pas, mais...
Qu'est-ce que s'arrive si un jour, vous vous promenez par la campagne, en sifflant une melodie et, soudain, tour l'endroit change, le temps, l'espace et la lumière sont différents?
Il s'agit de Villairreal, un village inconnu, lequel, un sorcier au XVIIe siècle, à travers d'un sortilège, fût déplacé à un autre monde parallèle.
Voyagez avec nous pour connaître tous les personages très bizarres qui ont vécu dans ce lieu si magique.

BIENVENUS!