2.- Toribio.

Sé que ustedes lo tomarán a broma, pero les aseguro que lo que les contamos es auténtico y puede comprobarse en los censos de Villairreal: Toribio nació el 1 de Enero de 1800 a las 2:05 y falleció el 31 de Diciembre de 1899 a las 23:50.
Cien años justos de vida. Cien años arrastrando su cuerpo tullido. Cien años sin encontrar con quién hacer el amor ni siquiera una sola vez (ni las profesionales lo aceptaron).
Para colmo, a pesar de que dedicó más de 80 años de su vida a vender lotería por las calles y los bares del pueblo de Villairreal, jamás dio un solo premio. A pesar de lo cual la gente, movida por la compasión, y porque era el único lotero de la región, siguió comprando sus cupones permitiéndole de esta forma malvivir.
A Toribio le compusieron una canción, cruel como ella sola, de la cual no se conoce a su autor, pero qué duda cabe que supo reflejar la triste realidad de este personaje y el tipo de relación que tenía con los demás vecinos.
Hay una segunda tonadilla dedicada a él, mucho más lírica y compasiva, descubierta por nuesro ilustre historiador, Benito, de una manera tan casual que casi parece milagrosa. Fue así:
El día anterior a su marcha definitiva de Villairreal, pues ya no le daría tiempo a volver nunca más, paseaba Don Benito por las calles del pueblo intentando grabar por última vez en su memoria aquellas construcciones y aquellos paisajes que tanto amaba, cuando de pronto oyó a una anciana canturrear a la puerta de su casa una melancólica tonada que mencionaba a este personaje que él conocía tan bien.
Don Benito entabló conversación con la senil anciana, y a duras penas consiguió sacarle la letra y melodía completas de la susodicha canción. Pero lo que más le fascinó fueron las explicaciones que ella le dio de su origen. Parece ser que al poco de morir Toribio, la estanquera del pueblo, una señora gordísima y paralítica de cintura para abajo que jamás salía de su estanco, desveló lo enamorada que había estado del lotero componiéndole esta bella canción que intentaba contrarrestar aquella otra tan despiadada.
Es una pena que tal confesión llegara tan tarde ya que estamos seguros de que Toribio hubiera marchado de este mundo con mejor sabor de boca de haber sabido que al menos una mujer en este mundo no le veía como un ser abominable.
La anciana que por casualidad transmitió a Don Benito esta joya musical era ni más ni menos que la nieta de la estanquera enamorada. Nosotros hemos querido rendir homenaje a estos vecinos uniéndolos musicalmente, ya que no pudieron hacerlo corporalmente. El resultado final parece así cobrar un carácter más compasivo y justo.

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